Los Siete Mensajeros y otros relatos by Dino Buzzati

Los Siete Mensajeros y otros relatos by Dino Buzzati

autor:Dino Buzzati [Buzzati, Dino]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relatos y Cuentos
ISBN: 9788420659565
editor: Alianza
publicado: 1958-03-30T23:00:00+00:00


Una carta de amor

Una lattera d’amore

Enrico Rocco, treinta y un años, gerente de una empresa comercial, enamorado, se encerró en su despacho; en su mente, la presencia de ella se había hecho tan fuerte y tormentosa que halló fuerzas para hacerlo. Le escribiría, prescindiendo de cualquier orgullo y cualquier pudor.

«Mi muy estimada señorita», empezó, y con sólo pensar que ella vería aquellas letras que la pluma había dejado en la carta, su corazón comenzó a palpitar, enloquecido. «Dulce Ornella, Amada mía, Alma querida, Luz, Fuego que me abrasa, Obsesión de mis noches, Sonrisa, Florecita, Amor... »

Entró Ermete, el chico de los recados:

—Perdone, señor Rocco, ahí fuera hay un señor que pregunta por usted. Se llama —miró un papel— Manfredini.

—¿Manfredini? ¿Sí? No sé quién es. Además, ahora no tengo tiempo, tengo una cosa muy urgente que hacer. Dile que vuelva mañana u otro día.

—Me parece que es el sastre, señor Rocco, debe de haber venido a hacerle la prueba...

—¡Ah, sí... Manfredini! Está bien, dile que vuelva mañana.

—Sí señor... Me ha dicho que lo ha hecho llamar usted.

—Es verdad, es verdad... —suspiró—. Hazlo pasar. Dile de todos modos que se dé prisa. Sólo dos segundos.

Manfredini entró con el traje. Una prueba por decir algo; se puso la chaqueta unos pocos instantes quitándosela a continuación, apenas el tiempo necesario para hacer dos o tres marcas con el jaboncillo. «Perdone, pero, sabe usted, tengo entre manos un trabajo muy urgente. Ya nos veremos, Manfredini. »

Regresó con avidez al escritorio, siguió escribiendo: «Mi Alma pura, Criatura, ¿dónde estás en este instante? ¿qué haces? pienso en ti con tal fuerza que es imposible que mi amor no te llegue aunque estés tan lejos, en la otra punta de la ciudad, que me pareces una isla perdida más allá de los mares... » (Qué curioso, pensaba entre tanto, ¿cómo se explica que un hombre práctico como yo, un gestor comercial, se ponga de golpe y porrazo a escribir esta clase de cosas? ¿Será una especie de locura?)

En aquel momento el teléfono que tenía al lado comenzó a sonar. Fue como si de repente le pasaran por la espalda una sierra de hierro helado. Boqueó:

—¿Diga?

—Holaaa —dijo una mujer con un perezoso maullido—. Hijo, vaya voz... dime, llamo en mal momento, parece. —«¿Quién es?», preguntó él. «¡Oh, pero hoy estás imposible, mira que... !» «¿Quién es?» «¡Pero espera por lo menos que te...!» Colgó el auricular, volvió a aferrar la pluma.

«Sabes, Amor mío», escribió, «fuera está la niebla, húmeda, fría, llena de gasolina y de miasmas, pero ¿sabes que la envidio? Sabes que me cambiaría ahora mism...»

Ring, el teléfono. Se sobresaltó como si le hubieran soltado una descarga de doscientos mil voltios. «¿Diga?» «¡Pero Enrico! —era la voz de poco antes—, vengo expresamente a la ciudad para saludarte y tú...»

Titubeó, acusando el golpe. Era la Franca, su prima, una buena chica, incluso guapita, que desde hacía unos meses le iba un poco detrás, quién sabe lo que le rondaba por la cabeza. Las mujeres son famosas por inventarse romances inverosímiles.



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